Por Carlos Domville.

Arriba el aquietamiento: una montaña de imágenes aguarda impasible. Sus elementos son una colección de pinturas, paisajes, piezas arqueológicas, animales prehistóricos y figuras cotidianas, cohesionados en una sola estructura estable en el imaginario popular. Abajo lo receptivo: la tierra es un manto hambriento donde los restos derrumbados de montañas previas formulan nuevas ascensiones. 

Domingo, México, 2020, acuarela/papel, 420 x 1 x 200 cm

Domingo, México, 2020, acuarela/papel, 420 x 1 x 200 cm

La exposición reúne testimonios de derrumbes: las imágenes consagradas son despojadas de su contexto, se degradan hasta hundirse en una litósfera uniforme donde todo es potencia. El querógeno restante, fantasmas que apenas susurran su antigua composición, es un rizoma extendido que conjura nuevas creaciones.

México, 2020 Acuarela sobre papel 160 x 120 cm

Cincuenta décadas, México, 2020,Acuarela sobre papel, 160 x 120 cm

Los espectros, libres de ataduras y sumergidos en fase oscura, vagan, se devoran entre ellos, copulan, procrean. Son evidencia del gozo de la disolución. Convocan vida y vida acude, dosificada por golpes de pincel —único catalizador del proceso. Las criaturas que surgen habitan no sólo en el lienzo, sino también en la memoria, desintegrando así el flujo temporal. Son el arco de una espiral que inicia o las rocas ancestrales en la base de una montaña novel.

La mutación es vía y destino.

Napoleón, Manolo Garibay, México, 2020, Acrílico sobre tela, 100 x 150 cm

Napoleón, Manolo Garibay, México, 2020, Acrílico sobre tela, 100 x 150 cm

 

 

Carlos Domville

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