Manolo Garibay (México, 1984) mira el arte como una manifestación imprecisa de un orden ideal. Su trabajo se basa en la imperfección de las ideas; un vestigio de algo que se quiere decir pero solo se puede entender como rastro. La paleta de color de Manolo Garibay es explosiva y difusa, la huella de las formas se entrecruza en fosforescencias y opacidades que dialogan en el caos. Las cajas se han convertido en su sello, su poética, concibe la pintura como un contenedor que define al contenido, que delimita su propio rostro ante el paso del tiempo.