Por Franciska Nowel Camino
Retrato de Victoria Santa Cruz, autor desconocido, 1975, Perú
Cuando un artículo empiece con las palabras “vivimos en un tiempo de transformaciones”, es un comienzo sin ninguna precisión, es un comienzo que puede hablar de cualquier tiempo, porque todos los tiempos son de transformación. Para precisar el tema, hay que nombrar las transformaciones, hay que nombrar el presente. En caso de los primeros trimestres del año 2020 ya ocurrieron tantos cambios no solo personales e individuales sino globales o colectivos que el acceso de tiempos de transformaciones raramente ha sido tan adecuado.
Con la ayuda de las redes sociales se han implantado nuevas estructuras que viabilizan un rápido intercambio internacional por medios visuales como fotos y videos. Por razón del entrelazamiento virtual hay la posibilidad de conseguir una transformación histórica en nuestro presente que resuelve de experiencias individuales y fluye en colectividad como en caso de las protestas #blacklivesmatters.
Protestas de Black Lives Matter después del asesinato de George Floyd, Boston, junio 2020
El homicidio de George Flyod el 25. de mayo 2020 por unos policías en Minneapolis activó una ola de protestas y un duelo colectivo. Ya seis años antes unas de las últimas palabras de Eric Garner, igualmente muerto por un grupo de policías eran “this has to stop today”, grabadas por una cámara de celular. Una de las reacciones en las redes sociales de los últimos días es: “A recent wave of police violence against African Americans isn’t anything new. It’s just been caught on video.”
El formato del video funciona en ese caso como medio de muestra, la cámara como testimonio. Es una visualización de estructuras racistas, la captación en video como cómplice. La visualización esta ajustada a la idea de objetividad, hechos y fiabilidad. Pero en la historia y en el presente hay suficientes imágenes (fijas o movidas) que explicitan que el formato no es neutral. Es una mirada subjetiva que quiere visualizar y aclarar una cierta posición. Un excelente ejemplo de una mirada subjetiva como reacción a una situación social que de ahí se convierte en un movimiento unido es el performance de Victoria Santa Cruz (1922-2014), Me gritaron negra, de 1978, en cual usa el medio del video.
En ese formato de imaginaciones de realidad con la cual se asocian en cierto modo expectativas; Santa Cruz visualiza su poema, su experiencia individual, la cual se puede recibir como una experiencia colectiva. La filmada performance me gritaron negra fue escenificada en Ayacucho, Perú, y trata de experiencias racistas cotidianas, propone preguntas alrededor de la construcción social y cultural de “ser negra”. Ya de niña, así cuenta Santa Cruz en una entrevista, siente el racismo, cuando quería jugar con un grupo de niños que no la dejaban en virtud de su color de piel. Transforma su posición de víctima en su poema Me gritaron negra en una posición activa y orgullosa.
Fotografía original del performance de Victoria Santa Cruz, Me gritaron Negra, de Peter Bysted, Perú, 1978
El performance reúne el mareo colectivo contra el racismo y lo convierte en una fuerza. Es como una protesta, una acción que sobrevive los años hasta hoy. Como ella misma dijo: “[…] solo en el presente hay acción y solo en la acción hay transformación.”[1] Victoria Santa Cruz da la vuelta al “ser negra”: no es una debilidad sino una fuerza. Santa Cruz se apropria de la palabra usada como ofensa “Negra” y la convierte en un orgulloso exclamatorio “¡Negra! Si ¡Negra! Soy!“.[2] La asertividad declarada rítmicamente, dirige la experiencia subjetiva de la artista en una vigorizante apropiación colectiva.
El ritmo del recitado se convierte en un mantra, en una exclamación universal que hasta hoy – 42 años después – lamentablemente no ha perdido su vigencia. La coreografía es una referencia, una citación de un vocabulario de bailes afroperuanos, que como el ritmo africano sobrevivió la época colonial y el esclavismo.
El performance de Victoria Santa Cruz no solo es un performance de arte que aparece a veces en museos. Es una transformación activa y un ritmo de rebelión contra las estructuras racistas.
Santa Cruz es una figura central en la reanimación de la cultura afroperuana desde los años 1960 y ha conseguido una superación sistemática de prácticas culturales y religiosas que, hasta hoy en día, o en particular hoy, son importantes para entrar al discurso #blacklivesmatter. Santa Cruz se convierte en una narradora de palabras y de movimientos de la cultura afroperuana, de ser (negra).
Performance de Victoria Santa Cruz, Me gritaron Negra, Ayacucho, Perú, 1978
El vídeo de Santa Cruz, hoy accesible para todos en YouTube o Vimeo es una forma de acceso subjetiva de la realidad de la artista, una narrativa individual, que se convierte – también por el formato del video – en una idea colectiva donde ya no hay que retroceder:
“Al fin comprendí / AL FIN / Ya no retrocedo / AL FIN / Y avanzo segura / AL FIN / Avanzo y espero / AL FIN / Y bendigo al cielo porque quiso Dios / que negro azabache fuese mi color / Y ya comprendí / AL FIN / Ya tengo la llave / NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO / NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO / NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO / NEGRO NEGRO / ¡ Negra Soy ¡”[3]
Fotografía original del performance de Victoria Santa Cruz, Me gritaron Negra, de Peter Bysted, Perú, 1978
[1] Entrevista a Victoria Santa Cruz (Min. 4:15-4:20)
[2] Victoria Santa Cruz: Me gritaron negra, 1978 (Min. 2:10-2:18)
[3] Victoria Santa Cruz: Me gritaron negra, 1978 (Min. 2:40-3:13)
