Latinoamérica, un territorio donde la constante violencia y represión de los gobiernos han frenado no sólo movimientos sociales; sino también, el arte que ha estado siempre bajo una mirada patriarcal. Sin embargo, desde hace unas décadas el feminismo se ha ido insertando y manifestado en este ámbito.
México es uno de los tantos países latinoamericanos que ha sufrido las represiones de su gobierno. A finales de los sesenta y principios de los setenta, el país había experimentado grandes matanzas de estudiantes, bajo este panorama, donde se buscaba mejorar la imagen del país en cuestiones de derechos humanos, destaca el año de 1975; cuando se celebró la primera conferencia mundial sobre la mujer con motivo del Año Internacional de la Mujer. Durante este, se realizaron diversas exposiciones en torno a la figura femenina y su papel en el arte mexicano- en su mayoría, los trabajos presentados fueron realizados bajo la mirada masculina-.[1]
Una de las actividades que más destacó y repercutió en el futuro del feminismo en el arte en México fue el seminario realizado por Carla Stellweg -fundadora y editora de la revista Artes Visuales-, donde con un enfoque interdisciplinario las ponentes – con base en el artículo de Linda Nochlin, Why have there been no great women artist? – argumentaban cómo las mujeres habían sido excluidas de la historia del arte.[2]
Para 1978 los resultados del seminario se visibilizaron en el Salón 77/78: Nuevas Tendencias, donde se expuso la obra de Magali Lara, Pola Weiss y Mónica Mayer.[3] Esta última fue de las primeras artistas cuya producción mostró desde un inicio su relación y postura ante el feminismo. Una de sus obras más conocidas es la que se presentó aquel año: El tendedero.
En esta pieza se abordó la relación entre la mujer y la ciudad a través de una instalación que replicaba la estructura de los tendederos tradicionales donde colgaban papeles rosados con los resultados de una encuesta realizada a 800 mujeres que respondía a: “Como mujer, lo que más detesto de la ciudad es…” y la mayoría de los resultados hacían referencia al acoso hacia las mujeres.[4]
Una pieza no sólo que democratizaba; sino también que, visibilizaba a la mujer como agente partícipe en la ciudad. Mayer conjugó y activó las voces de estas mujeres, realizando una pieza de denuncia que 42 años después sigue teniendo tanto peso y que ha servido como punto de partida para los tendederos en las universidades [5] y en el ámbito virtual por medio de “hilos” en Twitter y hashtags.
La pieza de Mayer sigue siendo y es más vigente que nunca en un país donde la violencia hacia la mujer está latente. Donde estos nuevos tendederos replican el mismo mecanismo que la pieza de Mayer: visibilizar a la mujer dentro de un espacio determinado y reapropiarse de él por medio de la denuncia exhibiendo por medio de un grito colectivo de protesta y demostrando como el arte es y siempre podrá usarse como una herramienta política y de denuncia.
Instagram: @marife_mfmf